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IGNORADAS HASTA EN LA MUERTE Por: Patricia Monreal, Mariana Morales, Alma Ríos, Teresa Montaño   Era la primera semana de julio del 2020, cuando un vehículo se detuvo de golpe en una parada de los Altos de Chiapas. Su objetivo era entregar las cenizas de una mujer tsotsil que un mes antes había fallecido por Covid-19 en tierra ajena.      Micaela -de quien se reserva el nombre- regresaba en polvo, tras un recorrido de más de tres mil kilómetros desde Alabama, Estados Unidos, donde perdió la vida víctima del nuevo virus que azota el mundo.      El automóvil ingresaría a Puschen, barrio en que sus habitantes se reconocen como originarios de San Juan Chamula. Ellos se han acostumbrado a recibir a sus difuntos tras fallecer en Estados Unidos, o camino hacía esa nación.      Son tantos los paisanos que mueren allá y la urgencia de traerlos para sepultarlos bajo sus usos y costumbres, que estas familias hablantes de tsotsil y sin internet, se angustian al no saber qué hacer. Por eso, empezar
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  VIVIR EL COVID EN TIERRA AJENA Migrantes indígenas en Estados Unidos   Por: Patricia Monreal, Mariana Morales, Alma Ríos, Teresa Montaño En México, Carolina Murillo Cerna miró la pantalla de su teléfono. Las manos blancas de su madre, los tubos y aparatos médicos fueron su última imagen, no vió su rostro ni oyó su voz. La pandemia se la arrancó muy lejos, en un hospital de California.      Hija y madre se habían despedido tres años atrás cuando Raquel Cerna decidió visitar a su familia en Estados Unidos. Salió de su casa en Chilchota, fue la última vez que el aire de la Cañada de los Once Pueblos -zona indígena en Michoacán- le susurró al oído.      La pandemia ahondó para las migrantes indígenas, las dificultades que enfrentan en el vecino país del norte, su condición legal y de origen ha profundizado su situación de vulnerabilidad. Vivir el Covid en tierra ajena, ha significado para ellas un enorme reto.      Aunque Raquel Cerna tenía 82 años, era una mujer entera, activa
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LOS DEUDOS PAGARON   Por: Patricia Monreal, Mariana Morales, Alma Ríos, Teresa Montaño   Cuando el Covid-19 se llevó en Alabama a la indígena tsotsil Micaela, su viudo acudió al consulado a pedir apoyo para trasladar los restos a Chiapas, su tierra natal. Ahí le dijeron despotamente que por el momento no podían apoyarlo porque “ya había mucho muerto”.      Por falta de recursos para pagar el avión, al viudo lo ayudó una pareja de chicanos   a cruzar las cenizas de su esposa por carretera. El destino era entregarlas a la familia en San Juan Chamula, una comunidad llena de color, ritos y plegarias, donde el “Horario de Dios”, “el reloj Sol”,   es el que marca el paso del tiempo.      El vehículo recorrió más de tres mil kilómetros de distancia, casi como bordear el Golfo de México. Fueron más de 36 horas de viaje y tres mil 500 pesos de gasolina, tan sólo en la pura ida.      Pero los deudos gastaron más. En Estados Unidos ya habían desembolsado unos 36 mil pesos para el servic